La participación democrática, voz y llamada a los jóvenes


Los hombres alzaron sus puños e imploraron a los dioses el poder sobre su propio pueblo. La democracia ha sido buscada y alcanzada por tantas naciones que se creería que se trata de un tesoro inaudito, pero es más que eso, “Es la máxima defensa de las libertades individuales, de la limitación de todo poder, para que la esfera de los derechos individuales sea lo más extensa posible” (Tocqueville, 1835). 

Dentro de la democracia la participación ciudadana es reconocida como un fin esencial del Estado, haciendo parte de los principios fundamentales y honrando los valores establecidos en los inicios democráticos. La Constitución habla de democracia participativa, que le permite al pueblo sentirse seguro con su futuro, representa la emancipación del ser y la aparición del ciudadano, no sólo de aquel que ha cumplido la mayoría de edad, sino también del menor. La participación democrática no es un don divino, como habrían podido creer los griegos en la antigüedad; es construida entre todos.

Saramago, (2004) denomina la democracia como un punto de partida, no un punto de llegada; así, evidencia que todos los Estados que creyeron haber logrado su máximo desarrollo político, no podrían estar más equivocados. La democracia es el camino más largo, pero más certero a la dignificación de la libertad, que es la meta de una civilización; todo comienza por cosas pequeñas, y la piedra angular de la democracia nace de aquellas interacciones primarias en la vida de un individuo, desde su seno cultural como la familia y las instituciones educativas. En los colegios salesianos se infunde y se evidencia el espíritu democrático en los estudiantes a través de los movimientos juveniles para “formar buenos cristianos y honestos ciudadanos” (Don Bosco), un buen ciudadano es aquel que entiende y comprende el sentido de la democracia como posibilidad de transformación social.

Los niños y adolescentes, desde que se encaminan por los corredores y patios escolares se convierten en clave fundamental de los procesos políticos en la escuela que los transforman en partícipes involuntarios, creando a su vez una cultura electoral; así, toda persona que hace un amigo se inicia en el arte de convivir con los demás, se proyecta, conoce su responsabilidad para con el otro y así mismo descubre su libertad. 

Desde la perspectiva anterior, este año se dio la participación de una cantidad considerable de jóvenes en las elecciones presidenciales, y lo probable es que tenga que ver con los mecanismos de participación a los que se han visto enfrentados desde pequeños en los colegios. No obstante, resulta imposible negar que desde siempre han existido personas reacias a depositar el voto en la urna, ya que lo ven sólo como un papel sin valor. Son individuos que se autoproclaman apolíticos, dando a entender que prefieren no involucrarse en asuntos del pueblo, sin embargo, el mismo Aristóteles afirma que “el hombre es por naturaleza un animal político”. 

El hombre, a través de lo particular, trasciende a lo general; la sociedad es de individuos y el individuo es social. Por lo tanto, pretender separar uno del otro es cometer el más garrafal de los errores. En Colombia las masas actúan solo en el momento en el que se ven aprisionadas contra la pared de la decisión y poder cambiar sería el ideal; reformar el sistema, crear nuevas opciones para que de alguna forma estas mentes aun vírgenes de opinión logren discernir antes de que sea demasiado tarde.

La política es el medio más seguro de conseguir que el pensamiento de lo individual se esparza y se consigan objetivos que permitan el desarrollo cultural y social. El hombre busca la seguridad en el otro, conseguir realizarse por medio del resto; no está mal, es lo que le hace humano y político.

La soberanía del pueblo ha sido puesta en tela de juicio por muchos; otros tantos se han atrevido a venerarla. La verdad es que tiene fallas, pero actualmente es el sistema más útil de todos, y si cada uno decide hacerse partícipe, su funcionamiento se equilibrará exponiendo así su verdadera intención: la de desatar a las masas, otorgar libertad al individuo y articularlo con voz y como bien dijo Octavio Paz “Una nación sin elecciones libres es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos”.


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Por:  Estudiantes del grado Once del CSSDS, Mariana Acosta Valencia y Carlos Miguel Ortiz. 

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