Hacia una pedagogía de la democracia



Por: Diego Felipe Becerra Bautista, SDB.* 

Uno de los temas que hallamos en boga durante la época electoral, es el asunto de la manutención de la democracia; ésta entendida desde la idea griega del gobierno del pueblo, o el manejo de los bienes públicos. Efectivamente, pudimos ver la horda de candidatos presentando sus propuestas ante un sinnúmero de electores quienes, llenando las diversas plazas públicas de la nación, tuvieron la oportunidad de escuchar de una y otra parte lo que podrían aportar quienes aspiraban al solio presidencial, y las características de su gobierno.

Loable labor la anterior sin duda alguna, pero, en últimas, ¿qué es lo realmente importante en este asunto de la democracia y la política? No puede quedarse solamente en el hecho del sufragio emitido a favor o en contra de determinado candidato, si no concluye, -y ojalá fuese así-, en un compromiso por mejorar las condiciones de vida, dignidad y posibilidades de desarrollo del pueblo colombiano.

Y aunque pudiera pensarse que esta labor podría ser llevada a cabo por muchos estamentos y todos diversos, corresponde en primer lugar a la escuela como único espacio que está capacitado para asumir con definitiva seguridad la tarea, favoreciendo procesos de participación comunitaria, la profundización en la doctrina de la democracia, los fines establecidos para los programas de gobierno y, en últimas la formulación, cultivo y promoción de las Competencias del Honrado Ciudadano que pretendía Don Bosco.

No en vano, la Ley General de Educación reglamenta y obliga a todas las Instituciones Aprobadas para la enseñanza formal en Colombia, a realizar desde los primeros grados del ciclo de Básica Primaria, un acercamiento al marco constitucional, el conocimiento de los derechos y las obligaciones del ciudadano, la estructura del Estado, y las obligaciones que éste tiene para alcanzar los objetivos de la nación, que se encuentran plasmados dentro del texto de la Carta Magna.

Un proceso concienzudo de reconocimiento de las necesidades nacionales, con ayuda de los medios de comunicación social, se convierte indudablemente en una herramienta poderosísima para favorecer una creciente pedagogía sobre la democracia. Quien abre su mente para escuchar los diversos puntos de vista que plantean los analistas de la realidad, promueve la lectura asidua de diarios, columnas de opinión, y demás medios impresos; una visión crítica frente a los contenidos de los medios audiovisuales que permita hacer un discernimiento sobre lo real y lo irreal que sale en vivo en los canales nacionales, y el cultivo de la capacidad argumentativa para defender lo que se piensa en el marco del respeto y la valoración del pensamiento ajeno, es también indispensable para llegar a esa pedagogía de la democracia.

¿Cuántas veces podemos escuchar eruditos de la política yéndose lanza en ristre hacia sus contradictores, olvidando que gran parte de la audiencia está apenas estructurando su manera de pensar? No, no puede ser únicamente la expresión del sentimiento popular per se, si no involucra primero una racionalización de las palabras usadas, la veracidad de los hechos y estadísticas presentadas, y una definitiva evasión del engaño y la información sesgada que pueden confundir al electorado. Si estas reglas de juego son seguidas a pie juntillas, vamos a llegar con mucha facilidad y una gran cantidad de herramientas, a una elección más adecuada o por lo menos consciente de qué destino legamos al país.

Es tiempo entonces de superar las ya conocidas artimañas de la política tradicional que tanto daño le ha hecho a Colombia. Como Familia Salesiana, asumimos el compromiso de educar en y desde el amor para formar ciudadanos comprometidos con el cambio de su realidad, capaces de asumir responsabilidades concretas respecto del destino personal, social y nacional; radicales en una opción por la dignificación y la superación de la segregación que se ha escrito hasta el hartazgo en los anales de la historia de Colombia, y creadores de una patria diferente con hombres diferentes, sin adhesiones a maquinarias perpetuadas, sino con una visión de futuro que cause impacto no tanto por lo que se diga, sino por lo que se haga. 

Procuremos pues, que cada una de nuestras CEP’s sea una escuela de democracia y paz con la perspectiva del Humanismo Cristiano de San Francisco de Sales que, inspirando a Don Bosco, suscitó en él,  y en todos nosotros una opción definitiva por la salvación de los jóvenes.

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* Salesiano de Don Bosco - COB. Estudiante de Licenciatura en Filosofía y Letras. Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín). Actualmente realizando su Trabajo de Grado sobre Liberalismo Político y Constitución Colombiana.


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