El cultivo de lo humano y la gratuidad del bien en la perspectiva de Nussbaum



Por: Edith González Bernal1y José Santos Torres Muñoz2

A lo largo del siglo XXI, dos grandes orientaciones del conocimiento humano han reclamado su primacía sobre la manera como se debe configurar la educación en general: una, centrada en la el reconocimiento de lo humano y, la otra, centrada en la instrucción técnica. Se ha impuesto cada vez más la primacía de modelos educativos que se inclinan por el fortalecimiento de la capacidad productiva de las naciones, frente a otros modelos educativos que enfatizan más en el desarrollo humano centrado en la educación integral, en la ciudadanía y en la solidaridad universal (Nussbaum 2005; 2010; 2012). Esta situación anima el debate educativo y abre un espacio de reflexión necesario sobre el fundamento, justificación y finalidad de cualquier iniciativa en el campo de la educación (Martínez Boom, 2004; Ordine, 2013). 

Esta situación – de acuerdo con Nussbaum – se puede constatar a nivel mundial tanto en la educación superior en general, como en la formación profesional de base humanista en particular (2005; 2010; 2012). La preocupación es más notoria respecto a aquellas disciplinas que se fundan en saberes discursivos y que tiene como base la cultura de las humanidades, del arte, de las letras y de las Ciencias Humanas y Sociales. Cabría preguntarse si una instrucción de índole técnica se ajustaría a las necesidades y estatutos de saberes que requieren más de la reflexión, del diálogo, de la discusión y de la deliberación, o si por el contrario conviene más cultivar el arte de la palabra allí donde los datos no pueden ser concluyentes ni las soluciones técnicas son decisivas. En todo caso, una recuperación del arte de la palabra pasa necesariamente por el cultivo de la formación humanista. Es decir, una recuperación de la retórica como facultad en general, o como arte en particular, pasa por una revaloración de las humanidades, del discurso, del diálogo, es decir, de ‘lo humano’.

La propuesta de M. Nussbaum, propende por la recuperación de una educación humanista básica para toda la educación escolarizada y por el cultivo de unas habilidades básicas que, según su parecer, fortalecen los fundamentos de las sociedades democráticas, pluralistas e inclusivas en las que pretenden vivir la mayor parte de las naciones en la situación actual. En el conjunto de estas habilidades se destaca la capacidad argumentativa que, según su punto de vista, permite el desarrollo de la autonomía racional de personas y comunidades como fundamento del cultivo de las facultades morales. 

Desde los tiempos de la academia platónica y del liceo aristotélico, la educación inspirada en el cultivo de lo humano se ha perfilado como un espacio fundamental para la democracia y para la libertad de pensamiento. Esta educación prepara a cada integrante de la sociedad como individuo consciente, ciudadano cosmopolita y persona solidaria. Sin embargo, como lo advierte Nussbaum, este tipo de educación que prioriza el valor de la persona corre el riesgo de verse desplazada por la urgencia de asegurar una rentabilidad: “corremos el riesgo de perder ciertos valores de importancia enorme para el futuro de la democracia, sobre todo en una época de preocupaciones religiosas y económicas” (2010, p. 25).

La visión de la educación humanista insiste en que “todos los ciudadanos necesitan entender las diferencias con las que deben convivir” (Nussbaum, 2005, p. 145), ya que la ideología neocapitalista amenaza la democracia al reducirla al libre mercado. Desde la perspectiva puramente lucrativa, contraria a la visión humanista, las diferencias en una sociedad (raza, clase, sexo, etc.) solo son el motor de una lucha sin acuerdos ni entendimientos mutuos entre las partes que se enfrentan, pues la “democracia no es más que un mercado de grupos de interés en competencia, sin objetivos ni metas comunes en torno a las cuales se pueda deliberar racionalmente” (Nussbaum, 2005, p. 146). La literatura, y en general las artes, tienen la posibilidad de servir de “medio de expansión de afinidades que la vida real no puede cultivar de modo suficiente” (Nussbaum, 2005, p. 147).

Este notable interés – de acuerdo con la propuesta de Nussbaum – por la imaginación narrativa como medio para cultivar la capacidad de comprensión por medio de la literatura, las artes y las humanidades se orienta al fortalecimiento de la apertura a la alteridad con el fin de contrarrestar el excesivo centramiento en los intereses individualistas que promueve el capitalismo neoliberal. En efecto, la imaginación narrativa es la capacidad de pensar a partir del lugar del otro, de escuchar e interpretar con empatía su relato y de entender que posee una interioridad que no se reduce a su fuerza laboral o a su clase social. Esta habilidad permite el cultivo de la capacidad de comprensión que, para la autora, “constituye un elemento clave en las mejores concepciones modernas de la educación para la democracia” (Nussbaum, 2010, p. 132). Esta capacidad supone el desarrollo de la empatía y el interés por las otras personas, lo que requiere el fortalecimiento de la autonomía, la solidaridad y la libertad. De lo contrario, es probable que la alienación cultural, el utilitarismo y el consumismo se erijan como el único entendimiento posible del mundo, de la sociedad y de la persona misma.

Para procurar una educación integral se exaltan las potencialidades de una educación artística que favorezca una ciudadanía democrática. De hecho, la práctica de las artes permite que las personas excluidas, los temas prohibidos y las realidades invisibilizadas aparezcan en el imaginario, al menos como figuras o estereotipos y permitan evidenciar los puntos ciegos de cada cultura, clase, nación o religión. El arte permite expresar de manera sutil y matizada las realidades que pueden contrariar las expectativas de la cultura dominante y, al mismo tiempo, ayudar a tomar conciencia de los puntos ciegos que se oscurecen en cada situación. Asimismo, permiten introducir de manera perspicaz puntos de vista normativos en los que se ponderen los ideales “acerca del modo como deben relacionarse entre sí los seres humanos” (Nussbaum, 2010, p. 147). Estas consideraciones se pueden extender, mutatis mutandi, al deporte, al juego recreativo atendiendo a las particularidades de cada una de estas manifestaciones en la cultura local y nacional.

En conjunto, estas habilidades se presentan como un modelo de formación humanista que se adecúa a las exigencias de una sociedad pluralista de orientación democrática. Vistas de este modo, las habilidades aparecen ligadas a la formación integral de la persona, a la educación para una ciudadanía cosmopolita y a la sensibilización ante el sufrimiento humano.

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1. Profesora Pontificia Universidad Javeriana. Doctora en Ciencias de la Educación, Universidad Pedagógica y Tecnológica. Doctora en Teología, Pontificia Universidad Javeriana.
2. Doctor en Educación Universidad Santo Tomás. Doctor en Teología, Pontificia Universidad Javeriana.

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