¿Biblia y democracia, una relación imposible?

Por: Hernán Cardona Ramírez, sdb.*


La democracia occidental no es de origen bíblico. Al leer en la Biblia sobre el sistema político descrito en las leyes del Pentateuco, nunca se habla de “democracia”. Se habla más bien de “teocracia”. Pero algunos principios del derecho bíblico, a largo plazo, influyeron en la formación de la democracia occidental. Las culturas y las civilizaciones gastan algunas veces mucho tiempo antes de comprender las consecuencias de ciertas afirmaciones o de algunos principios jurídicos. Hay tensión y hasta flagrante contradicción entre el derecho afirmado y las normas vigentes en la vida cotidiana.

La dignidad humana, privilegio universal

Un primer principio jurídico afirmado en la Biblia es la dignidad humana, igual para todos los miembros del género humano. Afirmación presente en el primer relato de la creación: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, a nuestra semejanza” (Génesis 1,28). Existe una sola especie humana, y esto excluye toda forma de racismo. En la perspectiva adoptada por el relato de la creación, los seres humanos son creados por Dios todos iguales en dignidad.

La libertad

El Dios de Israel se presenta así: “yo soy el Señor tu Dios, que te ha hecho salir del país de Egipto, de la condición de esclavitud”. La experiencia primordial de Israel como pueblo es la del éxodo, allí Israel llega a ser “pueblo” y adquiere el estado de nación. Tal experiencia es la liberación de la esclavitud, y el Dios de Israel se reveló a su pueblo por primera vez como “liberador”. Dios revela su nombre a Moisés y a su pueblo, cuando promete liberarlos de la esclavitud de Egipto. La experiencia de Dios, en el Antiguo Testamento, es una experiencia de libertad. 

Los orígenes de Israel no coinciden ni con la fundación de Jerusalén, ni con la conquista de la tierra Santa. Israel no nació ni siquiera después de una guerra civil, ni el derrocamiento de un régimen vencedor de otro. Moisés no derroca al faraón para apoderarse de su trono e instaurar un régimen diverso en Egipto. El pueblo hebreo sale de Egipto bajo la guía de Moisés para ir a vivir en el desierto y nace como una nación del desierto, no en Egipto, ni en tierra propia. En el desierto le falta casi todo lo necesario para la existencia como nación, pero a cambio tiene un elemento esencial: la libertad. 

El derecho y la legalidad

Una vez adquirida la libertad, Dios conduce a su pueblo al monte Sinaí donde proclama la ley. Parece extraño, al menos para la mentalidad moderna, que ve en la ley un freno a la libertad, pero no en el mundo antiguo. La elección no era entre  “ley” y “libertad” sino entre “anarquía” y “ley”, entre “tiranía” y “ley”. 
La ley bíblica contiene un principio jurídico muy conocido, y siempre fundamental, el sentido de “la legalidad” y “del derecho”. En palabras más sencillas, el pueblo de Israel afirma con fuerza que ciertos principios jurídicos deben ser respetados por todos, también por los más poderosos o más ricos. En Israel ninguno tiene el derecho de pasar por encima o estar por fuera de la ley, ni siquiera tiene derecho de cambiarla para el beneficio personal o de los suyos, porque la ley viene de Dios. 

Alianza y consenso

La ley de Moisés, aunque de origen divino, no se impone, más bien se propone al pueblo y entra en vigor solo después de su consentimiento. El derecho bíblico conoce también el principio jurídico del consenso. El cual se pide por primera vez después de la proclamación de la ley en el monte Sinaí, con ocasión de la conclusión de la alianza (Ex 24,3-8), y será solicitado una segunda vez cuarenta años más tarde, al final de la permanencia en el desierto, cuando Moisés pide al pueblo celebrar de nuevo la alianza con Dios en las llanuras de Moab (Dt 28,69---30,20). 

En el libro del Deuteronomio, cuando Moisés convoca a la asamblea plenaria para la celebración de la alianza o la lectura de la Ley, son llamados todos, y no solo los notables del pueblo. No existe, al menos en este nivel, una diferencia sustancial entre las clases sociales dentro del pueblo. La ley de Israel debía, en principio y como fundamento, ser igual para todos.

La responsabilidad

Del principio jurídico de igualdad frente a la ley se deriva el criterio de la responsabilidad. Todos entran en la alianza, todos prometen respetar y cumplir la Ley, por lo tanto, todos son responsables del orden público, del buen desarrollo de la praxis en Israel. Los problemas de la nación no se reservan solo a la clase dirigente, involucran a todos. Aquí, el derecho bíblico da enorme importancia al “sentido cívico” (Éxodo 23,6-9).

El juicio último y la responsabilidad personal

A la idea de un juicio universal, presente en las Escrituras (Mt 25,31-46), se vincula la idea de un derecho universal y de una ley divina válida para las naciones y para todos los individuos. Seremos juzgados según los mismos criterios pues “Dios no hace acepción de personas” (Dt 10,17; Hechos 10,34; Rom 2,11). Pero, este juicio final y universal está precedido, según los teólogos medievales, por el juicio individual en el que cada uno queda frente a Dios en el momento de la muerte para responder por sus acciones. 

La muerte toca tanto a los poderosos como a los humildes, a los ricos y a los pobres; el juicio, en cambio, establece una diferencia esencial, que subsiste “por la eternidad”, con base en los criterios de la moral pública y privada. En la muerte aparecen las verdaderas diferencias, para distinguir de manera definitiva a los “justos” de los “hacedores de iniquidad”. La libertad y la responsabilidad personales están unidos cuando la Biblia habla de juicio. Si están en el derecho occidental, es en parte gracias a la Sagrada Escritura y a la teología medieval.

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*Doctor en Teología, por treinta años docente de Biblia en varias universidades. Ha publicado algunos libros y artículos con el ánimo de fomentar entre los lectores el gusto por la Palabra de Dios, desde el carisma salesiano.


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