Dos han sido los Sínodos - el Extraordinario del año 2014 y el Ordinario de 2015 - que el Papa Francisco ha querido dedicar a la reflexión sobre «La Familia», en continuidad con algunos elementos pastorales ya indicados por él en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (2013). A esos dos sínodos los ha seguido la Exhortación Apostólica Amoris Lætitia (la Alegría del Amor), firmada el 19 de marzo del año 2016.
“Me dirijo a toda nuestra Familia Salesiana en el mundo con este Aguinaldo que quiere centrar su atención en las familias de los más diversos contextos en los que estamos presentes. El tema viene sugerido, como no podría ser de otro modo, por la prioridad que la Iglesia está dando a la necesidad de prestar a las familias una atención pastoral siempre mayor y más adecuada”.
Pienso que este tiempo eclesial pide de nosotros, Familia Salesiana de Don Bosco, que demos prioridad en todo el mundo salesiano a la atención educativa pastoral que debemos prestar a las familias.
Como cada año, el Aguinaldo va dirigido a todos y cada uno de los miembros y grupos de la Familia Salesiana, con la intención de que tomemos una más viva conciencia de nuestra tarea y deber hacia las familias, y lo concretemos en el servicio y acompañamiento que cabe esperar de nosotros.
Al decir: «¡Somos Familia! Cada hogar escuela de Vida y de Amor», estamos diciendo, ya desde el inicio, que todos y cada uno de nosotros tenemos la experiencia de haber nacido en el seno de una familia, con la belleza y limitaciones de toda familia, cada cual en la nuestra; pero, en definitiva, estamos marcados por el hecho de ser familia, ese espacio en el que lo ideal es que cada uno de los hogares pueda ser escuela de vida y de amor, puesto que creemos que la familia es esa realidad humana concreta en la que se debería aprender el arte de la Vida y del Amor.
La familia, - las familias del mundo incluso en su diversidad -, están constituidas por personas que aman, que hablan y se comunican, que comparten y se sacrifican por los demás en el seno de la misma; personas que se defienden mutuamente y defienden la vida de los suyos.
Nos hemos construido como personas viviendo, por lo general, en familia, respirando el calor del hogar, recibiendo en el interior de la misma, de parte de nuestros padres, o de alguno de nuestros parientes, el nombre y la dignidad que este hecho lleva consigo. En la familia hemos experimentado los primeros afectos y hemos saboreado la intimidad del ‘sentirse en casa’; en ella hemos aprendido a dar las gracias y a pedir perdón y permiso.
Ciertamente sabemos que ni siquiera todos los niños y niñas que vienen a la vida pueden experimentar esto, pero aún en la diversidad de contextos y de culturas, creo que se podría decir que la mayor parte de nosotros hemos vivido esta realidad de familia.
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