Los hijos e hijas de San Juan Bosco estamos marcados en nuestro ADN carismático por “la pasión por los jóvenes” y especialmente por los más pobres. La pasión por los jóvenes más pobres se deja percibir en la calidad de las relaciones que establecemos con ellos y la mejor de ellas es la “relación educativa”. Esta nos permite comprometernos con sus proyectos llenos de esperanzas y nos vincula con sus sueños e ideales.
Comprendemos desde la pasión por los jóvenes, que la educación no se limita a la transmisión de conocimientos, sino que es algo mucho más poderoso: nos comprometemos
con sus vidas integralmente; pues educar es enseñar a vivir, es enseñar a convivir, es enseñar a ser feliz, y quien enseña estas cosas hace un compromiso con la vida y por la vida de quien considera un ser humano digno de una vida plena, en quien se cree o al menos en quien vale la pena poner toda la confianza para que haciendo de la vida un proyecto de felicidad, ésta se inspire en la capacidad de compromiso responsable con la vida y con la felicidad de los demás.
La Familia Salesiana de San Juan Bosco, siendo fiel al legado de su Fundador, hace su aporte con sentido social educando a la juventud, se trata de un aporte eficaz dentro de una sociedad marcada por la desigualdad y necesitada de promoción en todo sentido. Estamos convencidos de hacer bien lo que nos corresponde y lo hacemos por vocación.
Educando al buen cristiano y al honesto ciudadano, nos comprometemos con la vida y la formación integral de los niños, las niñas y los jóvenes y promovemos su inserción en las realidades de la sociedad, estimulando su sensibilidad y su responsabilidad frente a lo que acontece a su alrededor. Educando con el estilo de Don Bosco damos un testimonio radical por la justicia y la paz.
Es nuestro testimonio el que puede hablar con claridad de la misión de la Iglesia comprometida con la justicia y con la paz, no con los discursos, sino con pruebas concretas: la vida compartida y entregada a quienes consideramos no sólo nuestros alumnos, sino nuestros “destinatarios”.
¿Cómo lo hacemos desde el carisma salesiano? Nos ganamos el corazón de los jóvenes para poderlos conducir a Dios. Y una vez con el corazón de los jóvenes en nuestras manos podemos sembrar en ellos, como lo hacía nuestro padre Don Bosco, la inquietud por el compromiso social, por la paz. Es por eso, que nos interesa su formación integral; la del buen cristiano, la del honesto ciudadano, la del hombre y la mujer que hacen parte real de una sociedad con la que deben comprometerse solidariamente.
Hoy Don Bosco nos invita a ser continuadores de su obra y por lo mismo a estar atentos a las necesidades de los jóvenes y a ser solidarios con ellos, a ponernos en consonancia con sus necesidades, a conocerlos individualmente, a seguirlos paso a paso, a ser solidarios con sus intereses vitales, a tener en cuenta el contexto histórico en que se encuentran para que crezcan en su personalidad, en su capacidad de compromiso, para que se conviertan también en generadores de posibilidades, en generadores de vida para una sociedad de la cual hacen parte, no sólo como espectadores, sino como protagonistas.
Esta es la conciencia que debemos renovar en la Familia Salesiana de Colombia; conciencia que de ser efectiva se traducirá en acciones concretas por la construcción de la paz en nuestra amada patria; construcción en la que los jóvenes tienen un papel protagónico y en la que el carisma salesiano no deberá ser un invitado más, sino garante de la construcción de una sociedad civil con identidad cristiana y salesiana.
Como “sucesores” de Don Bosco en medio de los niños, las niñas y los jóvenes de Colombia sigamos marcando sus vidas, dejando huellas positivas en cada una de sus historias y formándolos en la solidaridad y el compromiso, sin permitir que la indiferencia y la apatía social tomen posesión en sus proyectos de vida.
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