Por: Diana Varón, Psicoorientadora. Colegio Salesiano San Medardo de Neiva
La educación concebida como un proceso inherente a la condición del ser humano, sujeto a su naturaleza y permanente, juega un papel central dado que construye los valores de quienes en el futuro serán ciudadanos por cuanto la interrelación de la acción educativa, se entiende y obtiene a través de la concepción del hombre con la que se cuente y la que se quiere lograr. Comprende su compromiso educativo en el desarrollo integral del ser humano en todo tiempo, sin hacer distinción en tiempos de paz y de guerra, con el convencimiento de orientar de manera permanente la formación de mejores seres humanos, entendiendo la educación y la cultura de paz como un punto de llegada más que de partida.
En ese proceso de transformación son necesarias herramientas pedagógicas que transformen la realidad, no solo de la sociedad sino también de las instituciones educativas, aquellas de modelos tradicionales que siguen patrones antiguos de enseñanza y considerar una mediación pedagógica como herramienta para alcanzar prácticas de paz; en este planteamiento es importante tener en cuenta a pensadores como Paulo Freire, quien hace una crítica al sistema educativo tradicional, al referirse a este tipo de prácticas educativas como “bancarias”, donde solo se deposita la información en la cabeza del educado.
“De ese modo, la educación se transforma en un acto de depositar, en el cual los educados son los depositarios y el educador quien deposita” (Freire, 1972, p. 51). De la misma manera MacGregor, desde la educación para la paz coincide con estos postulados al afirmar que “es fundamental que el proceso educativo esté relacionado con la realidad, con las urgencias.
de la vida cotidiana y con las necesidades sociales de los educandos. Una educación recitativa e informativa […] no crea las condiciones educativas para instalar en ellas productivamente una educación para la paz” (1986, p. 29).
De acuerdo a lo que plantea Freire, y que comparte MacGregor, el ejercicio bancario del que habla, genera una desconexión entre lo que vive el sujeto –su vida cotidiana– y la información depositada. En el caso de la educación para la paz se “trata de educar desde la vida para la vida. Es conducir al estudiante a comprender la vida a partir de su realidad, y solo así generar actitudes de paz.
Superar este modelo de transferir y depositar información solo es posible con la conciliación
y el diálogo como principal herramienta pedagógica, convirtiendo al docente y al estudiante en el punto de partida a un intercambio dinámico de búsqueda del conocimiento que requiere de espacios creativos rompiendo esquemas rutinarios, espacios que impliquen experiencias, y creatividad.
Hablar de la construcción de paz, desde el área educativa, no es una discusión racional, en este escenario el reto es introducir el tema desde la sensibilidad, que ayude a vivenciar los
conceptos de paz en la vida cotidiana, es motivar y generar conciencia en la vida del niño, joven, adulto, retarlo y confrontarlo a la auto observación, como medio directo para empezar a generar conciencia y reflexión a nivel individual y grupal acerca de los obstáculos a superar o aspectos positivos que tiene cada uno para crear paz, es necesario conducir al estudiante a la autocrítica, ¿cuáles son sus prácticas pacíficas?, ¿cuáles son sus hábitos de paz o de violencia?, ¿qué es la paz? Sin que se impongan posturas, conceptos o teorías, debe conducirse al niño y al joven a construir sus propios conceptos, no imponer los nuestros.
La educación para la paz está necesariamente atravesada por la experiencia, la que alimenta no solo la razón sino también las emociones y permite el desarrollar experiencias vivenciales que conduzcan a descubrir la paz como modo de ser de las relaciones interpersonales, es también una forma de educar en valores; la educación para la paz incluye valores como: democracia, cooperación, solidaridad, justicia, tolerancia, convivencia, respeto y autonomía.
La educación en este sentido, es un factor importante para conseguir la calidad que propone nuestro sistema educativo sin limitar esta función en el aula a la de replicar contenidos relacionados con la paz y los valores, sino que se deben crear las condiciones necesarias para que esta práctica sea posible y sobre todo, generar oportunidades para que las nuevas generaciones, aquellos sujetos en proceso de formación y transformación, construyan escenarios determinados por una convivencia pacífica y participativa.
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